Ya el diario íntimo es cosa del pasado. Cual telenovela, las publicaciones en las redes sociales son una expresión de nuestros gustos, pensamientos y vivencias diarios exteriorizados como si fueran anónimos.
El Facebook lidera el ranking de las redes más utilizadas en Latinoamérica por su gran capacidad de conectarnos con los demás, establecer vínculos y permitir al usuario esconderse bajo el anonimato de una solicitud voluntaria o casual.
Allí todo es posible. La plataforma digital nos sugiere todo el tiempo expresar una variedad de aspectos de nuestra vida personal, laboral o profesional de acuerdo al uso por el que opte un usuario en la diversidad de perfiles disponibles.
Pero cada acción en la red social está marcada para una característica humana: el ego.
Podría decirse que en algunos aspectos el Facebook es una máquina de engaño. Cuantos más amigos tienes, es probable que más popular te hagas, y en determinados casos deberás abonar una suma de dinero para ganarte permanencia y alcance de tus publicaciones.
Pero en realidad nuestro perfil se retroalimenta de su propio fin. Somos absorbidos por la curiosidad de las vivencias de los demás, y en mayor magnitud por expresar toda aquella vivencia relacionada a nuestro quehacer y nuestras reflexiones diarias.
Entonces, somos los mejores actores en nuestras publicaciones. Mostramos el mejor perfil en una fotografía, los momentos o encuentros más alegres, como también aquella frase que probablemente necesitamos de que alguien nos escuche. El destinatario anónimo es nuestro cómplice.
Una vez hecha la publicación, debemos esperar ansiosos la reacción de nuestros amigos digitales. Aunque suene tonto decirlo, la cantidad de “likes” será una aprobación de una publicación recientemente hecha.
La pregunta es, ¿cómo medís tu ego en las redes sociales?
Y, en tal caso, ¿es capaz de fastidiarte o alégrate el día una publicación hayas hecho en relación a la cantidad de likes que recibiste?