El tiempo es una medida universal, una acumulación de horas, minutos y segundos inamovibles, excepto cuando lo que está en discusión es la posibilidad de armar una familia. ¿Cómo se miden, entonces, los días que pasa un niño a la espera de encontrar un hogar que lo cobije?, ¿y quién puede decir con exactitud lo que pesan las horas para una mujer o un hombre que aguardan la llegada de un hijo? Para entenderlo, es necesario saber que en Argentina la cantidad de postulantes a adopción es ampliamente mayor al número de niños en situación de adoptabilidad, pero, sin embargo, las características de estos chicos no siempre coinciden con las que estos potenciales padres prefieren. Aun así, se estima que en el país se dan 500 adopciones por año.
En el país no existe aún un Registro Único de Niños, Niñas y Adolescentes en Situación de Adoptabilidad, aunque se trabaja en un proyecto de ley que lo cree. Así, las estadísticas actuales referentes a estos chicos proceden de un informe realizado en conjunto por UNICEF y la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf) en 2014.
Según la doctora Graciela Fescina, directora nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos, que depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, este informe asegura que hay en todo el territorio nacional alrededor de 800 chicos de 0 a 18 años en condiciones de ser adoptados. Entre ellos «hay 180 para los que no hay familias que tengan la disponibilidad adoptiva que estos niños requieren. Se trata de chicos más grandes, grupos de hermanos o niños con alguna discapacidad».
Para estos casos, la entidad realiza las llamadas «convocatorias públicas». Así, «el registro se abre a quienes deseen formar una familia con estos niños» y si bien la respuesta no es masiva, «surgen algunos postulantes».
Los chicos que llegan a instancia de adoptabilidad vienen de familias «que no han querido o no han podido criarlos», aclara Fescina mientras destaca la importancia de preparar a los postulantes para incorporar la historia de vida de esos menores. «Hay muy poca cantidad de niños huérfanos porque no tenemos catástrofes. En general, la mayoría es porque han sido privados de cuidados parentales», agrega.
Por el lado de los postulantes, el registro sí es exacto y oficial. Hay 5.352 familias anotadas, ya sean monoparentales, uniones convivenciales o matrimonios. De ellas, «el 90% está inscripto para niños de hasta un año; el 34%, hasta 6 años; el 13%, hasta 8 años y el 0,8% hasta 12 años».
Al hablar de la salud de estos chicos, los números son aún menos alentadores: el 83% de los postulantes no acepta niños con alguna discapacidad o enfermedad, contra un 17% que sí.
La directora resalta que aunque «todo el mundo se queja de los requisitos para la adopción, es el Estado el que interviene y debe tener una mínima idea de qué personas van a ser convocadas ante una situación de adoptabilidad». En la misma línea, aclara que la parte burocrática que se exige para el trámite no es engorrosa, y ejemplifica: «El DNI o el monotributo son cosas muy básicas, no son difíciles de conseguir».
Fescina destaca una cuestión vital dentro de esta situación: «Aunque nosotros cuidamos y queremos mucho a nuestros postulantes, el centro es el niño. Nuestra mirada es que ese chico pueda tener la mejor familia posible y pueda concretar su vida dentro de ella».
La directora detalla estas exigencias porque además de casos exitosos, también se dan devoluciones. «Hay que sacarse el romanticismo de la idea de la adopción. Es un acto de construcción de una familia y es amor, pero también es responsabilidad y es para siempre», asegura. Así, comenta que aunque no son muchas, se dan «algunas devoluciones en la etapa de guarda».
A la hora de mencionar qué falló para que ese niño no encuentre una familia en esos postulantes que pasaron tantas evaluaciones, afirma: «Hay chicos que están esperando pero hay que ver si el hogar y todos los órganos de protección trabajaron para que ese niño pueda vivir con una familia adoptiva y si esa familia adoptiva elegida es la adecuada». Y finaliza: «Nos alegramos con cada adopción pero cada devolución nos quiebra el alma».