Sin lugar para los grises

Paradójicamente es clave la organización de las clases como un todo de conflictividad social. Es estar en dos partes, es entender a las dos partes y mostrar cada vez que se puede (o se quiere) lo peor de cada uno. Nadie ira preso, y claro está que nadie será un presidente protagónico como lo habrá soñado el hombre desde el balcón de la Rosada.

Cuánta confusión creas es cuanta objetividad vas a perder. Un moderno gurú político, mucho más presente en el inconsciente argentino de lo que creemos, lo sostiene científicamente. Las pasiones salen a flote, hasta para pelearnos por los colores.

Es inevitable pensar que volverán y quienes. Pero es el voto el que todo hace posible y es por eso que se debe hacer hasta lo imposible. Entonces, podríamos afirmar que la política es el arte.

Las elecciones de medio término son importantes y siempre lo han sido. Solo que quienes en tiempos pasados mantenían una hegemonía propia del ejecutivo centralizado como máximo poder le restaban importancia temporal por haber perdido sucesivamente en términos electorales las legislativas.

Parte de la trascendencia de esta elección está en la claridad de la búsqueda de la representatividad, entre otros intereses intrínsecos. Hay un gran sector que no se ve gobernando, y es mucho más grande el sector que no se siente gobernado.

El efecto polarización no permite grises. Ni pensar en los debates, un método que sólo pudo haber sido el primero y en tan poco tiempo quedó en el olvido. Hay un sin número de dirigentes silenciados y ausentes de la conflictividad social. Por un lado, el proyecto se resume en ganar o ganar, y por el otro, un diseño electoral donde estarían dispuestos hasta de perder con tal de ganar porque el sabor de la derrota oficialista no siempre es tal con el poder absoluto.

¿Quién puede asegurar hoy quien pierde y quién gana? Y, después ¿qué? La euforia y la emotividad vertida hacia el amor o hacia el odio nos descentraliza en la discusión de la promocionada falta de oportunidades. Las pasiones nos guían.

La sociedad descarta su progreso. El mundo demanda mayor inteligencia y valora como nunca antes la potencialidad del capital humano en un cóctel de aprendizaje y madurez , salud y sabiduría ante todo. El emprendedorismo vuelve a descansar como un sueño inalcanzable y lejano. El consumo es justo y en algunos hogares escaso.

Los índices no califican al país como “mercado emergente”, casi condenados al «mercado de frontera». Es el mensaje que nos quieren dar porque los satisface y porque es la realidad. Ideológicamente se alzan las voces sobre los planteos efímeros de países desarrollados o sub desarrollados, en virtud de la añorada europeización de latinoamerica de hace un siglo pasado. Pegar el portazo es costoso en dinero y lleva consigo años de progreso (o retroceso).

Por eso, entre que miramos “el futuro” o “volvemos” continua la brecha. Sigue sin que se construyan liderazgos de modernas inteligencias capaces de resolver la conflictividad social hoy confusa “porque no hay otro/a mejor”, o ¿porque será? “La política son ideas y proyectos” dice el padre Gigio Barrios, hombre con basta autoridad y abanderado de la tierra guaranítica. Es probable entonces que no sea necesario entender quién es quién.

Los modelos estén agotados en el discurso e implosionan entre las promesas de la lluvia de inversiones o en la vidriera electoral de que el vecino no llega a fin de mes. Vuelven las culpas repartidas con una protagónica necedad.

Todo esto tiene tiempo, fecha y forma que se expresa simbólicamente en Octubre. Es verdaderamente un infantilismo espiritual basado en la psicología de la política con todo su aparataje a flote y una intensa maquinaria distorsiva.

Y de verdad se espera en las Provincias el país federal. Quizá debamos comprender que en nuestro caso necesitamos más proyecto misionerista, pero en mayor en cantidad y diversidad. Casi en forma automática se determinarían al menos las competencias.

Las sabidurías de los pueblos no deberían estar estancadas o espaciadas porque sus dirigentes se pelean. Es como leer el mismo libro para cada momento, y porque el final no sea de mi agrado, vuelva a leer el capítulo inicial del enamoramiento.

Quienes promovieron las PASO o cualquier método habilitante para la mejor y mayor representatividad electoral posible son los que hoy la rechazan. Hoy no sirve, hoy es un descarte y hasta podría ser obsoleto. Hay consenso por dentro, y disenso por fuera, cuando en verdad se pide lo contrario por sentido común.

El centralismo promociona el carnaval, siempre lo ha hecho de un lado y del otro no importa del color que sea. Pero en la historia argentina los partidos (o movimientos) que nacen en el poder mueren en el poder. Alfonsinismo, Menemismo, Dualdhismo. ¿Que pasara con los que gobiernan en la actualidad? Claramente son dos, sin visibilizar al emergente, ambos gobiernan el uno para el otro. En parte la traducción está en los medios de comunicación que avalan o reproducen la realidad para morigerar la información y mejorar en la comunicación. Somos los mejores.

Resulta imposible que en la política argentina se hable el mismo idioma sin dejar a un lado el “abc” del lenguaje partidocrático. Los políticos se hablan entre ellos y las promesas se basan sobre los mismos ejes, son muy parecidas pero la gran diferencia está en la subjetividad de los seguidores.

La pasión nos mueve, pero pareciera que no nos moviliza. Entonces, vuelvo al inicio, se busca representatividad y me pregunto si verdaderamente ¿es el poder o es el recurso lo que está en la gente?

Related Articles